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En el corazón del humanismo está el desafío de la educación y la fe.

“La Educación, ¿un bien común a repensar”, es el lema de las XII Jornadas de Teología que se inauguraban hoy en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, en el Campus Universitario de Tafira.
Cristóbal Déniz, director del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, abría la tarde con el agradecimiento a todos los que han hecho posible esta nueva edición, que desde el año 1994, tiene el objetivo de fomentar la investigación y el debate teológico interdisciplinar desde una reflexión crítica sobre valores y utopías.
El tema de este año, expone Cristóbal Déniz, fue propuesto por el Departamento de Teología con el objetivo de ofrecer una reflexión que posibilite un conocimiento, lo más amplio posible, de lo que está aconteciendo en torno a la educación en la sociedad contemporánea. La educación, ciertamente, es una tarea ambiciosa y no fácil, pero es sin duda un acto de amor y de dar  vida, por lo que requiere encontrar los mejores recursos para despertar la pasión y comenzar un camino con paciencia.
Tomaba a continuación la palabra, Jesús Pérez Peña, director del Aula Manuel Alemán, destacando nuestra sociedad, como una sociedad del conocimiento, en la que el ciudadano puede desarrollar su papel en los nuevos conceptos sociales. El conocimiento debe estar insertado en el marco de una sociedad ética. La educación encierra un tesoro y es por supuesto,  un bien común a repensar.
El Obispo de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases Andreu, inauguraba  estas Jornadas recordando que la Iglesia tiene un modelo en la educación, empezando por la ambigüedad o el análisis de si hablamos de formación, de instrucción o de conocimiento…la Iglesia, afirma Cases, prefiere hablar de formación. La educación, que debe abrir a la esperanza y debe estar abierta a la trascendencia,  es reproducir en las personas, la forma de Cristo que en San Pablo es el hombre nuevo.
Francisco Cases daba paso así al primer ponente de la tarde, el sacerdote jesuita Julio Martínez, Rector de la Universidad Pontificia de Comillas, que comenzaba las Jornadas con la conferencia inaugural: “Perspectivas de la educación en el siglo XXI”.
Julio Martínez, se presentaba como apasionado de la educación, que, afirmaba, es un derecho básico de toda persona por el mismo hecho de ser persona. Está dentro de los mínimos decentes que por justicia, hay que garantizarle a cualquier hombre y mujer. La realidad clama, sin embargo, que la educación universal no está aún lograda aunque en muchos países empobrecidos, se ha hecho grandes avances.
Vivimos en una sociedad capaz de crear inteligencia artificial, pero una civilización que se muestra desinteresada por la vida y la educación de millones de niños y refugiados, no habla solo de desigualdad, sino de una sociedad incapaz de poner en el centro a las personas. Por lo tanto, indicaba el rector, una educación basada en los derechos, es la vía para acabar con una de las desigualdades más fuertes de esta sociedad.
El ponente indicaba la necesidad de un encuentro y diálogo que tome en serio a la ética, y la Doctrina Social de la Iglesia es una de las materias que tiene mucho que aportar. Desde la primera encíclica social Rerum novarun hasta la Laudato si, los temas del trabajo han sido preocupación de la Doctrina Social. Debemos reflexionar sobre el fututo, no para parar el progreso, sino para descubrir los nuevos escenarios.
Tan importante como las habilidades cognitivas, son las no cognitivas, como el autocontrol, la capacidad de trabajar en equipo, el liderazgo…La cuestión que tenemos que afrontar los educadores es cómo estas habilidades pueden ser transmitidas dentro de la formación formal. Las instituciones escolares y universitarias no pueden ser las únicas a las que hay que pedir responsabilidad; educar no se reduce a aportar a otros conocimientos que desconocían. Educar es algo más; es que el otro saque lo mejor que lleva dentro. Se enseña para educar, por lo que el protagonismo debe estar en el que aprende, no en el que enseña. No se comprende la educación sin poner en el centro al ser humano, ser humano creado a imagen y semejanza de Dios.
En el centro de la agenda de nuestros empeños educativos, no puede dejar de estar el desafío de las periferias. El saber, debe servir a la persona humana. Cómo hacerlo? Es precisamente esto lo que hay que discernir. Están los criterios de la búsqueda, pero la búsqueda no está dada.
Es el humanismo que subyace el modelo educativo, sonde se conjugan amor e inteligencia. En el corazón del humanismo está el desafío de la educación y la fe. Es el anuncio del Evangelio, a través de los instrumentos de aprendizaje, servicio e investigación, el que nos lleva a escuelas y universidades a cuidar el compromiso de la formación de los laicos que tienen que asumir roles en las comunidades educativas. Los educadores no deben ser controladores de espacios, sino activadores de procesos con metas.
El reto de educar en la interioridad, hace más urgente la acción pedagógica de hacer que la persona se conozca y conozca su entorno. Habrá que replantear prácticas educativas que ayuden a los chicos y chicas de nuestra sociedad, a tener sentido de valor de una cierta profundidad de mirar hacia dentro para tener conocimiento interno. Necesitamos una educación realista y trabajar la dimensión interior. Ser personas conscientes y competentes porque los cristianos tenemos que ir a fondo con nuestras capacidades; capacidades por un lado compasivas, pues la compasión es el motor que mueve al compromiso, pero también comprometidas. La cultura del encuentro nos pide que el uso de los medios tecnológicos no vaya contra la relación humana, nos pide que pensemos continuamente en cómo ser puentes dentro incluso de la misma familia.
La misión educativa católica, afirma el jesuita Julio Martínez, brota de la Iglesia y se alimenta del mensaje evangélico del Señor. Somos enviados en el Hijo, compartimos la misión del Hijo como educadores, pero esa misión hay que guardarla y alimentarla invirtiéndola y poniéndola a disposición de los demás como un don para que dé fruto. Es una llamada a ser una Iglesia en salida; salir a las fronteras, donde hoy nos jugamos el que podamos transmitir algo que al otro le pueda cambiar la vida.
El jesuita Julio Martínez termina su reflexión con una preciosa cita del papa Francisco:
“La pregunta no es solo ¿qué mundo dejamos a nuestros hijos?, sino, ¿qué hijos dejamos a este mundo?”
La segunda parte del día de ayer, se cerraba con la presentación y actuación musical del Proyecto Barrios Orquestados, un proyecto pedagógico que pretende, desde sus inicios, crear orquestas de cuerda frotada en todos los barrios periféricos de la capital de cada isla del Archipiélago canario que tengan necesidades especiales a nivel social y cultural, y donde la cultura llega aletargada, o simplemente, no llega. 
La tarde del martes, que se desarrollará en el Paraninfo de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, contará con dos ponencias:
A las 17:00 horas: “¿Qué educa y qué no educa en nuestra sociedad?”, por el Dr Javier Urra Portillo, psicólogo forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid.

A las 18:30: “La educación en Canarias. Análisis y perspectivas”, por Gonzalo Marrero, Director de Cáritas Diocesana de Canarias.

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